Mucho se habla en algunos escenarios
sobre los derechos humanos en Cuba. Incluso, se ha convertido en lugar
común reconocer el disfrute en la Isla de los derechos sociales y
económicos -especialmente el acceso a la salud y la educación- para acto
seguido declarar que los ciudadanos cubanos no disfrutan de derechos
políticos.
Cierto que
Cuba sobresale en el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y
culturales. Fue el primer país en declararse libre de analfabetismo y
su contribución a eliminarlo en otros países ha sido reconocida por la
ONU. La tasa de mortalidad infantil en Cuba es la más baja de América,
por debajo de Estados Unidos y Canadá y la UNICEF la ha declarado
como el único país de América Latina sin desnutrición infantil, su
Índice de Desarrollo Humano está por delante de la mayoría de los países
latinoamericanos y en desempeño ambiental se coloca entre las primeras
diez naciones del mundo.
En cuanto a violaciones de los derechos humanos, analistas afirman
que la situación de la Isla no es comparable con lo ocurrido en países
donde se suele acusar a Cuba -como los europeos- sobre los que Amnistía
Internacional ha publicado numerosos informes que los grandes medios de
comunicación suelen silenciar.
Pero son las noticias sobre la libertad
de expresión, o más bien su ausencia, las que más aparecen cuando se
habla de derechos humanos en Cuba, sobre todo asociadas a denuncias de
personas vinculadas a los fondos de más de veinte millones de dólares anuales que destina Estados Unidos para un “cambio de régimen” en la Isla.
Sin embargo, una experiencia reciente
puede ilustrar la manera en que entienden esos individuos la libertad de
expresión. Durante un panel abierto al público del espacio “Último jueves”, organizado por la revista Temas acerca
de Internet y los movimientos sociales, uno de ellos intervino con
total libertad para expresar la incompatibilidad de un debate sobre la
red de redes con el hecho de que en Cuba se penalizaba la diferencia,
algo que le fue rebatido en un clima de civilidad y respeto por varios
de los participantes. Poco después, dotados de la tecnología que
Estados Unidos suministra a sus amigos en la Isla, los partidarios de
la “otra Cuba” subieron a YouTube su versión en video de lo ocurrido en el referido espacio, eliminando cualquier punto de vista opuesto a sus concepciones.
Quizá sea posible entender así cómo sería
la “otra Cuba” que estas personas preconizan bajo el llamado Plan Bush
-aún vigente en la administración Obama- que les ha destinado los
cuantiosos fondos y la tecnología para su desempeño y que incluye el
desmontaje en una “Cuba postCastro” de todos los derechos sociales
conquistados por los cubanos para equipararlos con los demás países del
continente. Entonces ya no serían los vecinos los que nominarían los
candidatos en las elecciones cubanas, donde ninguna de estas personas ha
podido jamás ganar una circunscripción, sino las maquinarias políticas
financiadas y construidas por Washington a su imagen y semejanza. Sí,
sería “otra Cuba” pero sin derechos para los cubanos. (Publicado en CubAhora)
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