Por Octavio Fraga Guerra
“Las palabras, pocas. Los discursos están en el timbre y el espíritu”.
José Martí.
Esta culta y certera aseveración de José Martí es tan solo un fragmento
de las “Crónicas de las conferencias de Washington”, publicadas en el
diario La Nación, de Buenos Aires, el 31 de mayo de 1890.
Y es que el más ilustre intelectual y revolucionario de Cuba, dejó un
vasto reservorio de lecciones e ideas de gran sabiduría para el devenir
de sucesivas generaciones.
También nos enseñó los erguidos
trazos de un camino por el que debemos de andar, para avanzar por la paz
y la unidad de América toda. Su obra ha de ser permanentemente
visitada, pues sus esencias nos dan luz ante los desafíos que nos
acechan en tiempos donde la guerra se disfraza “humanitaria”.
Igualmente nos dejó una ruta donde los argumentos –los nuestros-, son
las armas que hemos de tomar para preservar las conquistas y los valores
de la Revolución cubana.
Nos sobran elevadas fortalezas para
hacernos entender y que nos respeten, ante un mundo cada vez más divido.
Habitamos en un planeta que sufre de heridas mortales. Han de curarse
con la hermandad de todos los que moramos en ella.
Mientras se
siembra odios sembramos amores. Mientras el dinero juega el rol de ser
el mentor de la vida, los cubanos humanistas nos aferramos a la mano
erguida y la frente alta para mitigar la opacidad de la muerte y el
cómplice silencio a favor de los más desfavorecidos de la “Madre
tierra”.
Es esa mano desinteresada y comprometida, que entre
todos hemos esculpido en una “Revolución de los humildes, por los
humildes y para los humildes”. Una llana Revolución en una isla empinada
y lúcida. Un pueblo engrandecido por el sacrificio de hombres y mujeres
que saben distinguir la mediocridad, la incultura, la traición, el
anexionismo y el vil mercenarismo de los que se prestan para el cobarde y
peligroso juego de fragmentar a la nación cubana.
Nuestra
historia y nuestros héroes son parte de ese legado. Las conquistas de
los cubanos no son solo educativas, culturales, científicas o sociales,
de las que nos sentimos claramente orgullosos. Los valores que nos
identifica y define son también -como pueblo-, el de la solidaridad.
Hacemos labor y causa común donde quiera que nuestra voluntad sea
requerida. Con ellas fundamos humanidad.
Cuando leo las
declaraciones de los mal llamados “disidentes” cubanos o revisito las
ofensivas palabras, como las que hizo la vulgar e inculta Berta Soler
quién preside –según ella- las “Damas de Blanco”. Cuando la percibo
pavoneándose dentro de los grupúsculos contrarrevolucionarios con poses
de futura líder a la que “tendremos que escuchar”. Cuando vulgariza sus
declaraciones donde pretende sentenciar que tiene la “sacrosanta verdad”
sobre Cuba, -definitivamente- me empeño en escribir textos de denuncia y
alerta.
Habrá que recordarle que el mercenarismo en tierras
del general Antonio Maceo, de Ignacio Agramonte, de Carlos Manuel de
Céspedes y el internacionalista Máximo Gómez no tiene futuro. Habrá que
decirle alto y claro en cada lugar de Cuba y el mundo, que sus
calculadas gestualidades movidas por hilos cada vez más perceptibles, no
son bien recibidas por el pueblo que no acepta mandatos extranjeros con
“aires de democracia”.
Una “democracia” del dólar sobre el
bienestar del hombre. Una “democracia” basada en la guerra
intervencionista y fratricida por encima de la paz. Una “democracia” que
pone a los gobiernos progresistas del mundo -que se le antoja listar-,
como violadores de los derechos humanos. Sobre sus conciencias –la de
sus gobernantes-, se asienta las más abominable prácticas de la tortura
sin juicio final. Claramente hablo de la ilegal Base Naval de Guantánamo
que persiste hoy, en contra de la voluntad del pueblo cuban.
Con José Martí he de volver, para desnudar las verdades de esta habitual
huésped de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana,
que no representa la dignidad, la mejor tradición patria y la historia
de Cuba.
El maestro publico en el periódico Patria, el 4
de junio de 1892, purificadoras ideas que retratan el verdadero
esqueleto de esta despreciable lacaya de gobiernos extranjeros.
Bajo el titulo: “Los cubanos de afuera y los cubanos de adentro”
sentenció: “Con lenguas de traidores debe escribirse en la historia de
un pueblo el nombre de quién anteponga la autoridad de su persona o de
su camarilla a la concordia y unificación de su país”.
En unas
declaraciones recientes afirmaba la mercenaria Berta Soler expresaba: “…
que se mantenga el embargo comercial de Estados Unidos y que se limiten
los viajes a la isla hasta que el gobierno de Raúl Castro acate los
derechos humanos”, (…) respeto las opiniones de todo el mundo, pero la
mía, la de las Damas de Blanco, es que no se levante el embargo”.
El genocida bloqueo contra Cuba –que ella llama embargo-, es una
injusta y una criminal medida contra todo un pueblo. La historia de más
de 53 años de Revolución, ha sido la más digna resistencia ante la
huella de una gran verdad. Miles de millones de dólares han costado y
seguirá costando a Cuba esta inmoral medida económica, comercial y
financiera si no se destierra de una vez y por todas. El pueblo cubano
persistirá en su voluntad de seguir desarrollando su modelo de sociedad,
a pesar de que es mantenida, como una espada sinuosa que deja profundas
huellas y heridas en nuestras vidas.
Que esta vulgar mujer
haga declaraciones de este calibre en contra de su propio pueblo, dice
mucho de su bajeza humana y su servilismo ante sus jefes del Norte.
El presidente Raúl Castro, -como lo hizo el compañero Fidel, líder
histórico de millones de cubanos-, cumplen con sus responsabilidades de
gobierno ante la expresa voluntad y mandato de todo un pueblo.
Cierto es, que en el mundo impera otros modelos de sociedad diferentes
al que existe constitucionalmente en Cuba. No por ello debemos de acatar
las presiones venidas de tierras extrañas. No por ello debemos de
asumir otras formas de ver la sociedad, la cultura o la economía que
anda a debacle y sin un rumbo definido.
De las misma manera que
respetamos la voluntad soberana de cada pueblo y su gobierno en hacer
de su país un mundo diferente, nos sentimos con el deber y el derecho de
hacer respetar nuestra voluntad soberana.
Siguiendo esta misma
línea de declaraciones, hechas por esta lacaya del gobierno de los
Estados Unidos ante el Canal Univisión de Miami, esta afirmaba:
“Realmente lo que yo tenía que hacer en los países donde fui, fue a
denunciar al régimen castrista. A pedir solidaridad, a que se mantenga
el bloqueo. A que asfixien al gobierno cubano”.
Estas no son
las adjetivaciones de una mujer que aboga –según ella-, por una “lucha
cívica y pacífica” por Cuba. Estas no son angelicales expresiones de una
“disidente” que hace uso de la palabra para un supuesto cambio
democrático para Cuba. Los tonos y los adjetivos de esta supuesta líder
construida a destajo, son claramente ofensivos y hostiles. Sus palabras
responden a un guion escrito por el gobierno de los Estados Unidos, por
sus cómplices internacionales y las organizaciones que se prestan para
ello.
La soberanía de la nación cubana, no se podrá mancillar
por los cantos de sirena de los servidores que hacen la labor sucia y
mezquina de sus mentores de lengua extraña.
Cierro esta
declaración de principios con José Martí. Con él, “dialogo a diario” en
medio de tantos textos que me acompañan que urgen leer, para transitar
por estas tierras de Cervantes, con la frente alta y los pies descalzos.
“A quién crea que falta a los cubanos coraje y capacidad para
vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos: -`Mienten`”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario