Con la necesidad que tienen millones de
estadounidenses de una ayuda federal por la falta de trabajo para pagar
sus gastos de renta, salud, educación y alimentación, la Casa Blanca y
la mafia terrorista anticubana persisten en gastar el dinero en vano
para crear campañas contra Cuba. A pesar de
que el propio Barack Obama reconoció que la política seguida por su
gobierno para derrocar a la Revolución cubana ha sido un fracaso,
continúan haciendo lo mismo, y un vivo ejemplo es el actual envío a
Bruselas, Bélgica, de la inculta y grosera Berta Soler, con el propósito de que siga la misma letanía de inventos y chabacanerías contra Cuba en el Parlamento europeo.
Realmente es deprimente escuchar a esa
incoherente mujer, pagada con miles de dólares aportados por los
contribuyentes norteamericanos y peor aún es verla personalmente con su
vulgaridad característica, que todos pueden apreciar en los vídeo
exhibíos en Youtube, donde se explaya a sus anchas para amenazar y
coaccionar a sus compinches.
No hacen falta palabras ni calificativos,
su propia actuación lo dice todo y no es propaganda comunista. No
obstante la envían a Bruselas con todos los gastos pagados, incluido
billetes de avión, hospedaje, transporte interno para llevarla y traerla
a los escenarios donde quieren que ladre, perdón que hable, más
alimentarla, algo que sí debe resultar costoso.
¿Por qué no se divulga cuánto cuestan las
giras por Europa de esta y otros contrarrevolucionarios que al final no
logran engañar ni al más tonto de los bobos del mundo?
¿Alguien en su sano juicio podrá pensar
que esta grotesca señora puede compararse con el ilustrado canciller
cubano Bruno Rodríguez, o con la profesional y culta Josefina Vidal?
Vergüenza deben sentir los parlamentarios
de derecha que son presionados por sus partidos y gobiernos para que
escuchen las calumnias de esta persona que no puede demostrar una sola
señal de represión como lo hacen los ciudadanos españoles, portugueses,
griegos, italianos, alemanes, británicos y franceses, reprimidos
brutalmente por la policía de sus respectivos países, durante sus
pacíficas protestas por la falta de trabajo, desalojos, recortes
presupuestarios para la educación, la salud y la seguridad social.
Quien haya seguido sus viajes al exterior
a partir de enero del 2012, podrá fácilmente comprobar cómo ha
aumentado rápidamente de peso corporal y cada día se asemeja más a una
judoca de más de 81 kilogramos que a una “sufrida disidente”.
Berta Soler está inmersa en un proceso de
referendo revocatorio dentro del grupúsculo que preside desde 2011 sin
haber sido elegida democráticamente y aun así la premian con este nuevo
viaje.
Es hora de que los españoles y
estadounidenses exijan a sus gobiernos transparencia en el uso de fondos
gubernamentales para costear los constantes viajes de la
contrarrevolución cubana, la que ni crece en membrecía ni es reconocida
dentro de la isla como una fuerza opositora, con proyectos para
instaurar algo mejor que lo alcanzado por la Revolución después de 1959.
Parlamentarios españoles deberían
exigirle al jefe del gobierno Mariano Rajoy, que informe públicamente si
el Partido Popular y Unión Progreso y Democracia, han empleado dinero
para el pago a Berta Soler y a Manuel Cuesta Morua, quien dice liderar
en La Habana un partido fantasma que no tiene membrecía ni es conocido
dentro del pueblo, titulado “Partido Arco Progresista”.
Rajoy debe explicar también cuántos euros
recibe Elena Larrinaga, del denominado “Observatorio Cubano de Derechos
Humanos”, con sede en Madrid, de cuál presupuesto salen y quiénes son
los financistas que le permiten vivir a toda leche, mientras millones de
españoles y españolas deambulan cada día en busca de un trabajo para
alimentar a sus hijos.
Como han afirmado otros “disidentes”
cubanos, la contrarrevolución es un buen negocio y la forma ideal para
vivir bien sin trabajar.
Y mientras mal gastan el dinero estos chupatintas, Europa sigue en llamas.
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