La CIA no se cansa en intentar viejas fórmulas para derrocar el socialismo en Cuba.
Es cierto que algunas le dieron resultado
en Europa del Este, pero al quererlas aplicar en Cuba fracasaron y el
socialismo fidelista aún se mantiene.No valieron los Programas de Acción Encubierta
confeccionados por la CIA, para crear y financiar una contrarrevolución
interna ante la falta de una oposición política ni medidas de guerra
sicológica, invasiones mercenarias, actos de terrorismo y mucho menos la
inhumana guerra económica, comercial y financiera.
Tampoco les sirvió de nada el aislamiento
diplomático y sus presiones para separar a Cuba de la Organización de
Estados Americanos ni los planes para asesinar a Fidel Castro.
¿Qué hacer para derrotar a esa Revolución, cuál espina envenenada tiene clavada en su garganta el Tío Sam?
Ahí es donde los nuevos jefes de la CIA y
sus inexpertos oficiales pretenden echarle mano a los antiguos planes,
aplicados en el Programa Democracia de 1982 por el presidente Ronald
Reagan contra el campo socialista europeo, donde obtuvieron resultados;
pero no se percatan que la Revolución cubana surgió como un movimiento
popular auténtico y no apoyado por los tanques soviéticos, como sucedió
en Europa oriental.
Es conocido que el gobierno yanqui y la CIA trabajaron en la conformación de la contrarrevolución en Polonia hasta crear el sindicato Solidaridad; el apoyo que recibió la figura de Lesch Walesa,
e incluso la participación de la iglesia católica como resultado de la
llamada “Santa Alianza” entre el Papa Juan Pablo II y Reagan, acordada
en el encuentro que sostuvieron el 7 de junio de 1982, en la biblioteca
del Vaticano.
Se segura que en dicha reunión organizaron la cruzada para desestabilizar los gobiernos comunistas, en particular al de Polonia.
Ahora, 32 años después desempolvan
aquellos planes con la intención de aplicárselos a Cuba, demostrado con
las visitas de varios de los asalariados al Instituto Lesch Walesa,
donde reciben preparación de cómo ejecutar acciones provocativas contra
el gobierno revolucionario.
Entre los participantes en tales
entrenamientos están Yoani Sánchez, Berta Soler, Elizardo Sánchez
Santacruz-Pacheco, Eliécer Ávila, Antonio Enrique González-Rodiles y más
recientemente algunos abogados y economistas contrarrevolucionarios
orientados desde Miami a conformar una organización integrada por solo 7
personas, denominada “Centro ProLegal”, una de las tantas que han
servido para alimentar y llenarle los bolsillos a supuestos “disidentes”
y al final no obtienen resultados.
Para dispersar las dudas de la actual
aplicación contra Cuba del añejo plan polaco, estos asalariados reciben
un seminario sobre la reforma constitucional en Polonia, teniendo como
tutor sobre leyes al profesor Jersy Stepien, juez retirado del Tribunal
Constitucional de Polonia y Director del Instituto del Espacio Ciudadano
y de la Política Social de la Universidad de Lazarski.
El coordinador de esos asalariados
cubanos en el mencionado Instituto es Veizant Boloy, quien preparó
encuentros en el Ministerio de Justicia, el Consenso Constitucional
(CONSCONS) y en talleres con protagonistas del “modelo polaco de
reconciliación política”.
Todo un bagaje informativo de lo que
deben hacer a su regreso a la Isla; prueba la ingerencia de Polonia en
los asuntos internos cubanos, a pesar de tener ambos países plena
relaciones diplomáticas, consulares y comerciales.
En
el año 1976 Henry Kissinger, entonces secretario de Estado de Estados
Unidos, ordenó elaborar planes de contingencia para bombardear a Cuba,
como represalia por su participación solidaria en apoyo Angola, recién
independizada.
Si Cuba hiciera algo similar a lo que
desarrollan los yanquis en Polonia pero con ciudadanos estadounidenses
de raza negra, para enseñarles como luchar por sus derechos
constitucionales, enfrentarse pacíficamente a la policía que asesina a
jóvenes por el solo hecho de ser negros, los discriminan y excluyen de
todas las actividades posibles; nadie dude que los planes de
contingencia que ordenaría hoy John Kerry, de conjunto con el ejército,
la aviación, la marina de guerra y la CIA, sería similares a los
ejecutados contra Afganistán, Irak, Libia y Siria.
Los yanquis no le permitirían que organizara actividades subversivas como lo hacen la USAID y la NED
por encargos de las agencias de inteligencia, por considerarlas
peligrosas para su Seguridad Nacional; pero los cubanos sí tienen que
soportar las constantes agresiones made in USA.
Torpes los yanquis al no querer darse cuenta que Cuba es otra cosa y sus arcaicos planes no dan resultados.
Sería mejor que en Washington leyeran con
detenimiento los cables que confecciona su Sección de Intereses en La
Habana, como el confidencial #202438 del 15 de abril del 2009, donde el
jefe de la misma, Jonathan Farrar, aseguró:
“…los disidentes están más
preocupados por conseguir dinero que en llevar sus propuestas a sectores
más amplios de la sociedad cubana”.
Allá ellos.
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