09 enero 2013

Salim Lamrani: “Llegué al periodismo porque no estaba satisfecho con la imagen de Cuba en los medios”

Tomado del Blog "La pupila insomne"

«Cuando uno lee la prensa occidental tiene la impresión de que Cuba es el infierno de Dante. En cambio, todas las instituciones internacionales elogian el excelente sistema social cubano, la educación, la salud, el internacionalismo humanitario, la prevención de la delincuencia, la protección de la infancia, el desarrollo de la agricultura urbana, la Defensa civil, etc… Llegué al periodismo porque, como millones de ciudadanos del mundo no estaba satisfecho con la imagen de Cuba que transmitían y que siguen transmitiendo los medios informativos».

 
Háblanos un poco de la situación en Francia. 

―Como el resto del mundo Francia sufre de la grave crisis económica sistémica que afecta no sólo a las categorías más vulnerables de la sociedad sino también a las clases medias. Desgraciadamente, en vez de adoptar políticas voluntaristas para estimular la economía, Francia ha elegido la vía de la austeridad.

¿Y el resto de Europa? 

―Conviene recordar las políticas de austeridad promovidas por la Unión Europea ―con la Alemania de Angela Merkel a la cabeza―, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo llevan a un callejón sin salida. En efecto son políticamente impopulares, económicamente ineficaces y socialmente desastrosas. En todos los países donde se aplicaron, sea en Grecia, Irlanda, Italia, Portugal o España ―sin excepción― fracasaron con un aumento de la pobreza y el desempleo, crecimiento de la deuda pública, desmantelamiento del Estado de Bienestar con la destrucción de los servicios públicos y una disminución drástica de los ingresos del Estado.

«El caso de la crisis de la deuda griega es un caso de manual e ilustra el fracaso total de las políticas neoliberales. En efecto, a pesar de la intervención de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo, a pesar de la aplicación de nueve planes de austeridad extrema ―alza masiva de los impuestos, entre ellos el IVA, alza de los precios, reducción de los salarios (¡hasta un 32% sobre el salario mínimo!) y de las pensiones de retiro, retraso de la edad legal de la jubilación, destrucción de los servicios públicos de primera necesidad como la educación y la salud, supresión de las ayudas sociales y privatizaciones de los sectores estratégicos de la economía nacional (puertos, aeropuertos, ferrocarril, gas, agua, petróleo― que han doblegado a la población, hoy la deuda es superior a lo que era antes de la intervención de las instituciones financieras internacionales en 2010.

«No obstante, la crisis griega habría podido evitarse».

¿Aquí entra a jugar o no, su papel el BCE? 

―En efecto, habría bastado con que el Banco Central Europeo hubiera prestado directamente a Atenas las sumas necesarias, con la misma tasa de interés con la que presta a los bancos privados, es decir entre el 0% y el 1%, lo que hubiese impedido toda especulación sobre la deuda por parte del mundo financiero. Ahora bien, el Tratado de Lisboa redactado por Valéry Giscard d’Estaing, prohíbe esta posibilidad por razones difícilmente comprensibles si uno se basa en el postulado según el cual el Banco Central Europeo actúa en el interés de los ciudadanos.

«En realidad el BCE sirve directamente a los intereses del mundo financiero. Así, los bancos privados contrataron un préstamo al BCE con la tasa baja de un 0% al 1% y luego especularon sobre la deuda y prestaron ese mismo dinero a Grecia con tasas que van del 6% al 18%, agravando así la crisis de la deuda, que ahora es matemáticamente impagable, ya que Atenas se encuentra en la obligación de contratar préstamos sólo para pagar los intereses de la deuda. Peor aún, el BCE vende a Grecia títulos de su propia deuda a precio de oro, es decir al 100% de su valor, mientras que los adquirió a un 50%, y especula así sobre el drama de una nación.

«Por esas razones, resulta imprescindible reformar en profundidad el Tratado Europeo con el fin de autorizar al BCE a prestar directamente a los Estados y evitar así los ataques especulativos del mundo financiero sobre las deudas soberanas, como ha sido el caso en Grecia, Irlanda, España, Portugal e Italia, por citar sólo algunos».

A la América latina la excluyen en temas económicos por haber sido históricamente el “patio trasero”, ¿Vez cambios en este aspecto? 

―A su llegada al poder en 2007, el presidente Rafael Correa redujo el servicio de la deuda a un 25% del presupuesto y creó una Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público, con el fin de evaluar la legitimidad de la deuda. La Comisión publicó su informe y consideró que la deuda comercial ecuatoriana era ilegítima. En noviembre de 2008, el presidente Correa procedió a la suspensión del pago de un 70% de la deuda pública.

«Consecuencia lógica, el valor de la deuda ecuatoriana perdió un 80% de su valor en el mercado secundario. Quito aprovechó la ocasión para comprar 3.000 millones de su propia deuda por una suma de 800 millones de dólares, realizando así un ahorro de 7.000 millones de dólares de intereses que el país habría pagado hasta 2030.

«Así, mediante una simple auditoría, Ecuador redujo, sin gasto alguno, su deuda de cerca de 10.000 millones de dólares. La deuda pública pasó de un 25% del PIB en 2006 a un 15% en 2010. En el mismo tiempo, los gastos sociales (educación, salud, cultura, etc.) pasaron de un 12% a un 25%».

¿Ves esta experiencia como ejemplo válido para el resto del mundo? 

―Para volver al tema de la deuda, Europa tiene mucho que aprender de la nueva América Latina. Ecuador logró disminuir la deuda de un 24% a un 11% del PIB sin aplicar medidas de austeridad. Dicha deuda, contratada en los años 1970 por regímenes dictatoriales, era por esencia ilegítima y entraba en la categoría de deuda llamada “odiosa”.

«Entre 1970 y 2009, Ecuador rembolsó 172 veces el monto de la deuda de 1970. No obstante, debido a los intereses exorbitantes que se impusieron a la nación, el volumen de ésta se multiplicó por 53. Del mismo modo, entre 1990 y 2007 el Banco Mundial prestó 1.440 millones de dólares y Ecuador rembolsó a esta institución la suma de 2.510 millones. El servicio de la deuda representaba entre 1980 y 2005 el 50% del presupuesto nacional, en detrimento de todos los programas sociales».

¿Por qué Europa, especialmente España y Grecia que vivieron muchos años bajo regímenes dictatoriales, no podrían hacer lo mismo? 

―En efecto, hay dos opciones para resolver la crisis económica: disminuir los gastos públicos y aplicar políticas de austeridad, con los resultados que conocemos ―un fracaso total―, o aumentar los ingresos del Estado mediante el alza de los impuestos de las categorías más adineradas, aumentar el salario mínimo y realizar inversiones masivas por parte del Estado. La ideología dominante que reina en los medios informativos elude minuciosamente abordar la segunda posibilidad porque significaría tocar los intereses de los más privilegiados.

¿Por qué hay que aumentar el salario mínimo? 

―El aumento del salario mínimo constituye la base del programa del FDG y reviste un doble objetivo. Primero, permitirá mejorar el nivel de vida de una parte sustancial de los ciudadanos franceses, una inmensa mayoría mujeres (80%), que sobrevive difícilmente con semejantes ingresos. Además, 8 millones de franceses viven por debajo del umbral de la pobreza (fijado en 970€ mensuales) en la quinta potencia mundial, mientras que el país es dos veces más rico que en 1990 (2,56 billones de euros de riqueza producida al año).

«Luego permitirá estimular la economía. En efecto, el aumento del SMIC alentará automáticamente el consumo de esta categoría de la población cuyas necesidades son importantes, y de rebote llenará el libro de pedidos de las empresas. Ésas, a su vez, reclutarán a la mano de obra necesaria para satisfacer esta nueva demanda, lo que tendrá un impacto positivo en la tasa de desempleo que lógicamente se reducirá. Así, el Estado verá crecer sus recursos gracias a la contribución tributaria de los nuevos asalariados, y disminuir sus gastos dedicados a las ayudas al paro, creando así un “círculo virtuoso”».

Pasemos a otro tema, ¿como llegas a Cuba? 

―La lectura del magnífico libro del historiador y profesor estadounidense Howard Zinn, A People’s History of the United States tuvo una importancia decisiva. Empecé por interesarme a la política exterior de Estados Unidos e inevitablemente descubrí los trabajos de Noam Chomsky. Él ha escrito excelentes libros sobre la política exterior de Washington. 

Me interesaba mucho América Latina y descubrí Cuba, su lucha por la independencia, la Revolución Cubana, la figura del Che y sobre todo su peculiar relación con Estados Unidos.

 Decidí especializarme en el tema e hice mis estudios doctorales sobre la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba durante la guerra de liberación nacional entre 1956 y 1959. Ahora dedico la mayor parte de mis investigaciones universitarias a las relaciones entre ambas naciones.

¿Y Cuba y el periodismo cómo encajan en esto? 

―Mi experiencia periodística empezó con una constatación: hay un abismo que separa la imagen de Cuba en Occidente de la realidad de la Isla. Cuando uno lee la prensa occidental tiene la impresión de que Cuba es el infierno de Dante. En cambio, todas las instituciones internacionales elogian el excelente sistema social cubano, la educación, la salud, el internacionalismo humanitario, la prevención de la delincuencia, la protección de la infancia, el desarrollo de la agricultura urbana, la Defensa civil, etc… Llegué al periodismo porque, como millones de ciudadanos del mundo no estaba satisfecho con la imagen de Cuba que transmitían y que siguen transmitiendo los medios informativos, que me parecía parcial, desequilibrada, engañosa e ideológicamente orientada. Los medios de comunicación, con la minucia de un relojero, silencian todos los aspectos positivos que tiene la sociedad cubana y magnifican todos los aspectos negativos ―que pasarían desapercibidas si se encontraran en otra parte de mundo, violando los principios básicos del periodismo.

«Nunca he creído que Cuba era Alicia en el país de las maravillas. Tampoco creo que sea la antecámara del infierno como la presenta la prensa».

¿Cuánto conoces de la literatura Latino Americana? 

―Soy profesor de historia y civilización latinoamericana. Durante mi carrera universitaria estudié literatura tanto española como latinoamericana. He leído los grandes clásicos de la literatura latinoamericana desde Miguel ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Gionconda Belli, Gabriela Mistral, el inolvidable Pablo Neruda, José María Arguedas, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Augusto Roa Bastos, César Vallejo y Mario Vargas Llosa ―brillante escritor y despreciable político a la vez―. Me gustan más la novela de tipo social y los escritores comprometidos con los desafíos de su tiempo.

¿Cómo te catalogarías si tuvieras que hacerlo? 

―Te responderé citando a Maximilien de Robespierre, nuestro Libertador, el que debería ser considerado como el Héroe Nacional de Francia, el Padre de nuestra Patria a quien le debemos nuestra divisa «libertad, igualdad y fraternidad»: “Soy del pueblo, solo vengo de allí, no quiero ser más que eso y desprecio a cualquiera que tenga la pretensión de ser algo más”. Siempre me ubicaré al lado del pueblo y de los desposeídos.

¿Entonces el rescate de la historia de la América latina de hoy te cautiva un poco por todo eso, no? 

―Hablando de Robespierre, permíteme una reflexión. Cuba logró rescatar la figura de su Héroe Nacional José Martí. Venezuela, gracias a Hugo Chávez, logró rescatar la figura del Libertador Simón Bolívar. En Francia nos toca la tarea de rescatar a Maximilien de Robespierre, el incorruptible, que era a la vez un visionario y un hombre de su tiempo. Robespierre entendió muy temprano que el principal enemigo del pueblo, de la República, de la Patria y del Estado de bienestar era el poder del dinero. Por ello fue tan vilipendiado, ofendido y asociado a la época del Terror y presentado como un hombre sanguinario, como si hubiera tenido el poder judicial. Ello que carece de sentido pues Robespierre ni siquiera pudo enjuiciar a sus más connotados enemigos, que traicionaron los ideales de la Revolución. Además, hablando de terror, conviene evocar las cifras. Los archivos del Tribunal Revolucionario de París demuestran que hubo menos de 3000 ejecuciones en la capital (en total 17,000 en toda Francia), en un contexto de guerra civil, y de guerra de todas las monarquías de Europa contra la Revolución y la República. A guisa de comparación, durante la Comuna de París en 1871, ¡los Versailleses (Versailles) fusilaron en una semana a 20,000 personas sin juicio!

«Es un bochorno que Robespierre, el más puro patriota de la historia de Francia, la figura principal de la Revolución, el defensor de la soberanía popular, no descanse en el Phantéon donde reposan los restos de nuestros grandes próceres desde Víctor Hugo hasta Jean Jaurès. Ni siquiera tiene una estatua en París. También es una vergüenza que el 22 de septiembre, día de la Fundación de nuestra República por Robespierre y sus compañeros, no sea una fecha celebrada en Francia».

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