«Cuando uno lee la prensa occidental tiene la impresión de que Cuba
es el infierno de Dante. En cambio, todas las instituciones
internacionales elogian el excelente sistema social cubano, la
educación, la salud, el internacionalismo humanitario, la prevención de
la delincuencia, la protección de la infancia, el desarrollo de la
agricultura urbana, la Defensa civil, etc… Llegué al periodismo porque,
como millones de ciudadanos del mundo no estaba satisfecho con la
imagen de Cuba que transmitían y que siguen transmitiendo los medios
informativos».
Háblanos un poco de la situación en Francia.
―Como el resto del mundo Francia
sufre de la grave crisis económica sistémica que afecta no sólo a las
categorías más vulnerables de la sociedad sino también a las clases
medias. Desgraciadamente, en vez de adoptar políticas voluntaristas para
estimular la economía, Francia ha elegido la vía de la austeridad.
¿Y el resto de Europa?
―Conviene recordar las políticas de
austeridad promovidas por la Unión Europea ―con la Alemania de Angela
Merkel a la cabeza―, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central
Europeo llevan a un callejón sin salida. En efecto son políticamente
impopulares, económicamente ineficaces y socialmente desastrosas. En
todos los países donde se aplicaron, sea en Grecia, Irlanda, Italia,
Portugal o España ―sin excepción― fracasaron con un aumento de la
pobreza y el desempleo, crecimiento de la deuda pública,
desmantelamiento del Estado de Bienestar con la destrucción de los
servicios públicos y una disminución drástica de los ingresos del
Estado.
«El caso de la crisis de la deuda griega
es un caso de manual e ilustra el fracaso total de las políticas
neoliberales. En efecto, a pesar de la intervención de la Unión Europea,
del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo, a pesar
de la aplicación de nueve planes de austeridad extrema ―alza masiva de
los impuestos, entre ellos el IVA, alza de los precios, reducción de los
salarios (¡hasta un 32% sobre el salario mínimo!) y de las pensiones de
retiro, retraso de la edad legal de la jubilación, destrucción de los
servicios públicos de primera necesidad como la educación y la salud,
supresión de las ayudas sociales y privatizaciones de los sectores
estratégicos de la economía nacional (puertos, aeropuertos, ferrocarril,
gas, agua, petróleo― que han doblegado a la población, hoy la deuda es
superior a lo que era antes de la intervención de las instituciones
financieras internacionales en 2010.
«No obstante, la crisis griega habría podido evitarse».
¿Aquí entra a jugar o no, su papel el BCE?
―En efecto, habría bastado con que el
Banco Central Europeo hubiera prestado directamente a Atenas las sumas
necesarias, con la misma tasa de interés con la que presta a los bancos
privados, es decir entre el 0% y el 1%, lo que hubiese impedido toda
especulación sobre la deuda por parte del mundo financiero. Ahora bien,
el Tratado de Lisboa redactado por Valéry Giscard d’Estaing, prohíbe
esta posibilidad por razones difícilmente comprensibles si uno se basa
en el postulado según el cual el Banco Central Europeo actúa en el
interés de los ciudadanos.
«En realidad el BCE sirve directamente a
los intereses del mundo financiero. Así, los bancos privados contrataron
un préstamo al BCE con la tasa baja de un 0% al 1% y luego especularon
sobre la deuda y prestaron ese mismo dinero a Grecia con tasas que van
del 6% al 18%, agravando así la crisis de la deuda, que ahora es
matemáticamente impagable, ya que Atenas se encuentra en la obligación
de contratar préstamos sólo para pagar los intereses de la deuda. Peor
aún, el BCE vende a Grecia títulos de su propia deuda a precio de oro,
es decir al 100% de su valor, mientras que los adquirió a un 50%, y
especula así sobre el drama de una nación.
«Por esas razones, resulta imprescindible
reformar en profundidad el Tratado Europeo con el fin de autorizar al
BCE a prestar directamente a los Estados y evitar así los ataques
especulativos del mundo financiero sobre las deudas soberanas, como ha
sido el caso en Grecia, Irlanda, España, Portugal e Italia, por citar sólo algunos».
A la América latina la excluyen en
temas económicos por haber sido históricamente el “patio trasero”, ¿Vez
cambios en este aspecto?
―A su llegada al poder en 2007, el
presidente Rafael Correa redujo el servicio de la deuda a un 25% del
presupuesto y creó una Comisión para la Auditoría Integral del Crédito
Público, con el fin de evaluar la legitimidad de la deuda. La Comisión
publicó su informe y consideró que la deuda comercial ecuatoriana era
ilegítima. En noviembre de 2008, el presidente Correa procedió a la
suspensión del pago de un 70% de la deuda pública.
«Consecuencia lógica, el valor de la
deuda ecuatoriana perdió un 80% de su valor en el mercado secundario.
Quito aprovechó la ocasión para comprar 3.000 millones de su propia
deuda por una suma de 800 millones de dólares, realizando así un ahorro
de 7.000 millones de dólares de intereses que el país habría pagado
hasta 2030.
«Así, mediante una simple auditoría,
Ecuador redujo, sin gasto alguno, su deuda de cerca de 10.000 millones
de dólares. La deuda pública pasó de un 25% del PIB en 2006 a un 15% en
2010. En el mismo tiempo, los gastos sociales (educación, salud,
cultura, etc.) pasaron de un 12% a un 25%».
¿Ves esta experiencia como ejemplo válido para el resto del mundo?
―Para volver al tema de la deuda, Europa
tiene mucho que aprender de la nueva América Latina. Ecuador logró
disminuir la deuda de un 24% a un 11% del PIB sin aplicar medidas de
austeridad. Dicha deuda, contratada en los años 1970 por regímenes
dictatoriales, era por esencia ilegítima y entraba en la categoría de
deuda llamada “odiosa”.
«Entre 1970 y 2009, Ecuador rembolsó 172
veces el monto de la deuda de 1970. No obstante, debido a los intereses
exorbitantes que se impusieron a la nación, el volumen de ésta se
multiplicó por 53. Del mismo modo, entre 1990 y 2007 el Banco Mundial
prestó 1.440 millones de dólares y Ecuador rembolsó a esta institución
la suma de 2.510 millones. El servicio de la deuda representaba entre
1980 y 2005 el 50% del presupuesto nacional, en detrimento de todos los
programas sociales».
¿Por qué Europa, especialmente España y
Grecia que vivieron muchos años bajo regímenes dictatoriales, no
podrían hacer lo mismo?
―En efecto, hay dos opciones para
resolver la crisis económica: disminuir los gastos públicos y aplicar
políticas de austeridad, con los resultados que conocemos ―un fracaso
total―, o aumentar los ingresos del Estado mediante el alza de los
impuestos de las categorías más adineradas, aumentar el salario mínimo y
realizar inversiones masivas por parte del Estado. La ideología
dominante que reina en los medios informativos elude minuciosamente
abordar la segunda posibilidad porque significaría tocar los intereses
de los más privilegiados.
¿Por qué hay que aumentar el salario mínimo?
―El aumento del salario mínimo constituye
la base del programa del FDG y reviste un doble objetivo. Primero,
permitirá mejorar el nivel de vida de una parte sustancial de los
ciudadanos franceses, una inmensa mayoría mujeres (80%), que sobrevive
difícilmente con semejantes ingresos. Además, 8 millones de franceses
viven por debajo del umbral de la pobreza (fijado en 970€ mensuales) en
la quinta potencia mundial, mientras que el país es dos veces más rico
que en 1990 (2,56 billones de euros de riqueza producida al año).
«Luego permitirá estimular la economía.
En efecto, el aumento del SMIC alentará automáticamente el consumo de
esta categoría de la población cuyas necesidades son importantes, y de
rebote llenará el libro de pedidos de las empresas. Ésas, a su vez,
reclutarán a la mano de obra necesaria para satisfacer esta nueva
demanda, lo que tendrá un impacto positivo en la tasa de desempleo que
lógicamente se reducirá. Así, el Estado verá crecer sus recursos gracias
a la contribución tributaria de los nuevos asalariados, y disminuir sus
gastos dedicados a las ayudas al paro, creando así un “círculo
virtuoso”».
Pasemos a otro tema, ¿como llegas a Cuba?
―La lectura del magnífico libro del historiador y profesor estadounidense Howard Zinn, A People’s History of the United States
tuvo una importancia decisiva. Empecé por interesarme a la política
exterior de Estados Unidos e inevitablemente descubrí los trabajos de Noam Chomsky.
Él ha escrito excelentes libros sobre la política exterior de
Washington.
Me interesaba mucho América Latina y descubrí Cuba, su lucha
por la independencia, la Revolución Cubana, la figura del Che y sobre
todo su peculiar relación con Estados Unidos.
Decidí especializarme en
el tema e hice mis estudios doctorales sobre la política exterior de Estados Unidos
hacia Cuba durante la guerra de liberación nacional entre 1956 y 1959.
Ahora dedico la mayor parte de mis investigaciones universitarias a las
relaciones entre ambas naciones.
¿Y Cuba y el periodismo cómo encajan en esto?
―Mi experiencia periodística empezó con
una constatación: hay un abismo que separa la imagen de Cuba en
Occidente de la realidad de la Isla. Cuando uno lee la prensa occidental
tiene la impresión de que Cuba es el infierno de Dante. En cambio,
todas las instituciones internacionales elogian el excelente sistema
social cubano, la educación, la salud, el internacionalismo humanitario,
la prevención de la delincuencia, la protección de la infancia, el
desarrollo de la agricultura urbana, la Defensa civil, etc… Llegué al
periodismo porque, como millones de ciudadanos del mundo no estaba
satisfecho con la imagen de Cuba que transmitían y que siguen
transmitiendo los medios informativos, que me parecía parcial,
desequilibrada, engañosa e ideológicamente orientada. Los medios de
comunicación, con la minucia de un relojero, silencian todos los
aspectos positivos que tiene la sociedad cubana y magnifican todos los
aspectos negativos ―que pasarían desapercibidas si se encontraran en
otra parte de mundo, violando los principios básicos del periodismo.
«Nunca he creído que Cuba era Alicia en
el país de las maravillas. Tampoco creo que sea la antecámara del
infierno como la presenta la prensa».
¿Cuánto conoces de la literatura Latino Americana?
―Soy profesor de historia y civilización
latinoamericana. Durante mi carrera universitaria estudié literatura
tanto española como latinoamericana. He leído los grandes clásicos de la
literatura latinoamericana desde Miguel ángel Asturias, Jorge Luis
Borges, Gionconda Belli, Gabriela Mistral, el inolvidable Pablo Neruda, José María Arguedas, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Augusto Roa Bastos, César Vallejo y Mario Vargas Llosa
―brillante escritor y despreciable político a la vez―. Me gustan más la
novela de tipo social y los escritores comprometidos con los desafíos
de su tiempo.
¿Cómo te catalogarías si tuvieras que hacerlo?
―Te responderé citando a Maximilien de Robespierre,
nuestro Libertador, el que debería ser considerado como el Héroe
Nacional de Francia, el Padre de nuestra Patria a quien le debemos
nuestra divisa «libertad, igualdad y fraternidad»: “Soy del pueblo, solo
vengo de allí, no quiero ser más que eso y desprecio a cualquiera que
tenga la pretensión de ser algo más”. Siempre me ubicaré al lado del
pueblo y de los desposeídos.
¿Entonces el rescate de la historia de la América latina de hoy te cautiva un poco por todo eso, no?
―Hablando de Robespierre, permíteme una reflexión. Cuba logró rescatar la figura de su Héroe Nacional José Martí. Venezuela, gracias a Hugo Chávez,
logró rescatar la figura del Libertador Simón Bolívar. En Francia nos
toca la tarea de rescatar a Maximilien de Robespierre, el incorruptible,
que era a la vez un visionario y un hombre de su tiempo. Robespierre
entendió muy temprano que el principal enemigo del pueblo, de la
República, de la Patria y del Estado de bienestar era el poder del
dinero. Por ello fue tan vilipendiado, ofendido y asociado a la época
del Terror y presentado como un hombre sanguinario, como si hubiera
tenido el poder judicial. Ello que carece de sentido pues Robespierre ni
siquiera pudo enjuiciar a sus más connotados enemigos, que traicionaron
los ideales de la Revolución. Además, hablando de terror, conviene
evocar las cifras. Los archivos del Tribunal Revolucionario de París
demuestran que hubo menos de 3000 ejecuciones en la capital (en total
17,000 en toda Francia), en un contexto de guerra civil, y de guerra de
todas las monarquías de Europa contra la Revolución y la República. A
guisa de comparación, durante la Comuna de París en 1871, ¡los
Versailleses (Versailles) fusilaron en una semana a 20,000 personas sin
juicio!
«Es un bochorno que Robespierre, el más
puro patriota de la historia de Francia, la figura principal de la
Revolución, el defensor de la soberanía popular, no descanse en el
Phantéon donde reposan los restos de nuestros grandes próceres desde
Víctor Hugo hasta Jean Jaurès. Ni siquiera tiene una estatua en París.
También es una vergüenza que el 22 de septiembre, día de la Fundación de
nuestra República por Robespierre y sus compañeros, no sea una fecha
celebrada en Francia».
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