La “cooperación triangular Sur-Sur-Sur” consiste en que entidades de
dos países del llamado Tercer Mundo se unen para ayudar a un sector de
población necesitada de un tercer país también del Sur. Un ejemplo de
ello es el apoyo para la vacunación contra la meningitis de millones de
personas en varios países de África que, desde hace años, llevan a cabo
Cuba y Brasil (1).
Esta iniciativa de Cuba y Brasil, aunque sin
duda sorprendente –y relevante, por tanto, desde el punto de vista
informativo- ha sido ignorada por la gran prensa de los países ricos, a
excepción de algunas revistas especializadas.
Y es que las
grandes compañías farmacéuticas de estos países ricos, que a su vez son
importantes clientes publicitarios de dichos medios, salen bastante mal
paradas de esta historia. Veamos por qué.
A mediados del año
2006, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un SOS
internacional: necesitaba la producción masiva, al precio más bajo
posible, de la vacuna polisacárida contra la meningitis A y C, con
destino a 23 países del llamado “cinturón de la meningitis” de África,
que se extiende desde el oeste de Senegal hasta el este de Etiopía, y
donde viven 430 millones de personas.
Sólo una empresa
transnacional (la “Sanofi Pasteur”) fabricaba estas vacunas pero, debido
a su baja rentabilidad económica, había reducido drásticamente sus
volúmenes de producción, algo que ponía a África al borde de la
emergencia sanitaria.
La OMS pidió entonces a laboratorios
públicos y privados de todo el mundo que dieran un paso al frente y
encontrasen la manera de fabricar millones de vacunas baratas. Ninguna
multinacional respondió, pero sí lo hicieron dos laboratorios públicos,
curiosamente de sendas naciones del Tercer Mundo. El Instituto Finlay de
Cuba y el Instituto Bio-Manguinhos de Brasil se asociaron para la
creación de la vacuna vax-MEN-AC, específica para los tipos de
meningitis que afectan a la región africana (2). A partir de entonces,
en Cuba se produce el principio activo, y en Brasil se desarrolla el
resto del proceso industrial, incluyendo la liofilización y el envasado.
El precio final de cada dosis se redujo casi 20 veces: de los cerca de
20 dólares de la vacuna comercializada por la citada multinacional a
menos de 95 centavos (3).
Esta alianza entre Brasil y Cuba ha
permitido fabricar desde entonces 19 millones de vacunas para África,
que son adquiridas y distribuidas por entidades como la propia OMS,
UNICEF, Médicos Sin Fronteras o la Cruz Roja Internacional.
En
un artículo reciente, publicado por la prestigiosa revista científica
norteamericana Science, Halla Thorsteinsdóttir, investigadora de la
Universidad de Toronto (Canadá), ensalzaba este gran ejemplo de
“cooperación sur-sur” y proponía fomentarlo en todo el mundo (4).
Recordemos que los gobiernos de Brasil y Cuba han seguido colaborando
en otros proyectos sanitarios de cooperación triangular Sur-Sur-Sur. Por
ejemplo, ambos países apoyan, desde hace varios años, a la
reconstrucción del Sistema de Salud Pública de Haití (5).
Pero
–a pesar de su relevancia informativa innegable- este tipo de
iniciativas de cooperación a gran escala no merecen ni el más pequeño
espacio en los grandes medios internacionales, ubicados en el Primer
Mundo. Algo que contrasta con la cobertura periódica de las acciones
sanitarias en África que son financiadas –por ejemplo- por la fundación
del multimillonario Bill Gates (6); o de proyectos de mínimo impacto,
sostenidos por empresas privadas (7), algunas del propio ramo
farmacéutico, a partir de sus presupuestos de marketing social
corporativo (8).
La razón del silencio mediático acerca de
iniciativas como las de Cuba y Brasil, es que éstas contradicen de raíz
conceptos convertidos en verdad incuestionable por la línea editorial de
los grandes medios.
Uno, que la única forma posible de
cooperación internacional es la llamada “cooperación Norte-Sur”, es
decir, la entrega de recursos desde los Países del Primer Mundo a los
del Tercero. Esquemas de cooperación Sur-Sur como éste, sin embargo, así
como los programas educativos, sanitarios, alimentarios o culturales de
Cuba en decenas de países pobres, desmontan absolutamente este concepto
(9).
Una segunda idea es que el mercado y la empresa privada
–en este caso, las multinacionales farmacéuticas- ofrecen soluciones más
eficientes a las necesidades de la población que las iniciativas
públicas. La cooperación cubano-brasileña en África demuestra justo lo
contrario: millones de seres humanos desatendidos por el mercado -que
solo actúa por rentabilidad-, consiguen solución a una necesidad vital a
partir de la voluntad política de dos gobiernos, ambos –curiosamente-
con orientación de izquierda.
(1) http://esmateria.com/2012/12/
(2) http://www.jornada.unam.mx/
(3) http://www.cubadebate.cu/
(4) http://forjandofuturos.
(5) http://www.granma.cubaweb.cu/
(6) http://sociedad.elpais.com/
(7) http://www.elmundo.es/yodona/
(8) http://www.eldiariomontanes.
(9) http://africando.org/ong/
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