Autor James Petras.
Introducción
Recientemente se han producido
dos importantes ataques terroristas casi simultáneos. En Boston, dos
chechenos hicieron estallar bombas durante el maratón anual de la
ciudad, matando a 3 personas e hiriendo a 170. En Venezuela, partidarios
del candidato presidencial derrotado, Henrique Capriles, asesinaron a 8
y causaron heridas a 70 seguidores del candidato victorioso del Partido
Socialista, Nicolás Maduro, durante el lanzamiento de bombas
incendiarias a 8 establecimientos sanitarios y a varias oficinas y
residencias del partido. En el caso de Boston, la orgía terrorista
provocó otra muerte posterior, la de uno de los autores; en Venezuela,
algunos de los terroristas están detenidos pero sus mentores políticos
siguen activos en la calle (y ahora los medios de comunicación
estadounidenses les presentan como "víctimas de la represión").
Si
examinamos el contexto, las políticas, las respuestas gubernamentales y
el tratamiento que reciben en los medios estos actos podemos llegar a
un mayor conocimiento del significado general del terrorismo y de cómo
refleja no solo la hipocresía del gobierno y los medios estadounidenses,
sino las políticas implícitas que lo estimulan.
El contexto del terrorismo: un juego peligroso de Chechenia a Boston
Chechenia
ha sido durante más de veinte años un campo de batalla entre el Estado
ruso laico y los separatistas musulmanes fundamentalistas. Cuando
Washington acababa de armar y financiar a los yihadistas musulmanes en
su guerra triunfante contra el régimen laico afgano apoyado por los
soviéticos en la década de los ochenta, amplió su programa de apoyo a
las regiones musulmanas del Cáucaso y Asia Central de la antigua URSS.
Probablemente, el ejército ruso derrotó a los señores de la guerra
chechenos, pero muchos de sus seguidores armados huyeron a otros países
para unirse a grupos extremistas de combate en Iraq, Pakistán,
Afganistán , posteriormente en Egipto, Libia y ahora en Siria. A pesar
de que aceptaran las armas occidentales, especialmente estadounidenses,
para luchar contra adversarios laicos del imperio norteamericano, el
objetivo final de los yihadistas siempre ha sido implantar un régimen
clerical (islámico). Washington y los europeos han practicado un juego
peligroso al utilizar a los fundamentalistas islámicos como tropas de
asalto contra nacionalistas laicos, mientras pretendían posteriormente
apoyar a neoliberales "moderados" o regímenes clientelares.
Esta
política cínica ha fracasado en todas partes, incluyendo los Estados
Unidos. Cuando los soviéticos abandonaron Afganistán, los
fundamentalistas afganos se apoderaron del Estado. Se enfrentaron a
EE.UU., que invadió el país tras los atentados del 11-S de 2001, y han
logrado mantener una guerra de desgaste contra Washington y la OTAN
durante doce años, engendrando poderosos aliados en Pakistán y muchos
otros lugares. Las áreas de Afganistán controladas por los talibanes
sirven como base de entrenamiento y como "punto focal" para terroristas
de todo el mundo.
La invasión estadounidense de Iraq y el
derrocamiento del presidente Saddam Hussein dio paso a diez años de
terrorismo de Al-Qaeda y otros grupos religiosos en Iraq, barriendo por
completo a toda una sociedad secular. En el caso de Libia y Siria, la
OTAN y las armas proporcionadas por los estados del Golfo han aumentado
enormemente el arsenal del terrorismo fundamentalista en el norte de
África, África subsahariana y Oriente Próximo. Los terroristas
fundamentalistas apoyados por Occidente estuvieron detrás de los
atentados de Nueva York y Washington el 11-S y apenas cabe duda de que
los últimos atentados chechenos de Boston son producto de esta nueva ola
de avances de fundamentalistas apoyados por la OTAN en el norte de
África y Oriente Próximo.
Sin embargo, contra toda evidencia, los
terroristas chechenos son considerados por la Casa Blanca "luchadores
por la libertad" que desean liberar a su país de los rusos laicos... Tal
vez tras el atentado de Boston cambie esta valoración.
Venezuela: el terrorismo como "disensión pacífica"
El
candidato de la oposición apoyada y financiada por EE:UU, Henrique
Capriles, ha cumplido con su reputación de violencia política. Durante
la campaña electoral de su fracasada candidatura a la presidencia
venezolana del 15 de abril, sus seguidores sabotearon líneas eléctricas
provocando apagones frecuentes. Sus simpatizantes dentro de la élite
acapararon artículos básicos de consumo creando desabastecimiento y
amenazaron repetidamente con la violencia si perdían las elecciones. En
presencia de más de cien observadores internacionales pertenecientes a
la ONU, la Comisión Europea y el Centro Jimmy Carter, que habían acudido
a certificar las elecciones venezolanas, Capriles y su círculo más
próximo dieron rienda suelta a sus bandas, que se echaron a la calle
atacando a votantes socialistas, trabajadores de la campaña chavista,
centros de salud, viviendas protegidas de baja renta recién construidas y
médicos y enfermeros cubanos.
El "terror blanco" provocó 8
muertos y 70 heridos. Se detuvo a más de 135 matones derechistas y 90 de
ellos fueron acusados de delitos mayores, conspiración para asesinar y
destrucción de la propiedad pública. Las credenciales políticas
violentas de Capriles se remontan al menos a la década anterior, cuando
desempeñó un importante papel en el golpe de Estado sangriento que
derrocó al presidente Hugo Chávez en 2002. Al frente de una horda de
malhechores armados, asaltó la embajada cubana, "deteniendo" a ministros
del gobierno legítimo que habían buscado allí refugio. Después de que
la reacción de parte del ejército y de las masas populares restableciera
al presidente, Capriles fue detenido, acusado de violencia y traición.
El valiente fiscal general del Estado, Danilo Anderson, era el encargado
de su proceso y del de cientos de sus seguidores terroristas cuando fue
asesinado con un coche-bomba detonado por partidarios del fallido
golpe.
Aunque la propaganda electoral le dio un lavado de cara (él
mismo se definía como el candidato del "centro-izquierda" y decía
apoyar algunas de las "misiones sociales" de Chávez) su llamamiento a la
acción violenta tan pronto como conoció su derrota ha desvelado sus
estrechos vínculos con operativos terroristas. Solo cuando el gobierno
ordenó a la Guardia Nacional y a las Fuerzas Armadas permanecen en
máxima alerta, dio marcha atrás a su descarada amenaza de organizar una
"marcha masiva" para tomar las sedes de las oficinas electorales. Es
evidente que las tácticas de terror de Capriles solo se desmontaron ante
una fuerza mayor. Cuando el orden legal decidió defender la democracia y
no rendirse ante el chantaje terrorista, Capriles suspendió
temporalmente su actividad violenta y reagrupó a sus fuerzas,
permitiendo actuar a la cara legal-electoral de su movimiento.
Respuestas ante el terror: Boston y Venezuela
Como
respuesta al incidente terrorista de Boston, se movilizó a la policía
local, estatal y federal, que literalmente cerraron toda la ciudad y sus
redes de transporte y se dedicaron a un "caza del hombre" global y
absoluta: los medios de comunicación y la población al completo se
transformaron en instrumentos de la investigación policial. Se
registraron bloques y barrios de arriba abajo, con miles de policías y
fuerzas de seguridad fuertemente armados entrando casa por casa,
habitación por habitación, hurgando en cada contenedor de basuras, a la
busca de un estudiante de 19 años herido. Se declaro el estado de alerta
terrorista en todo el país y las redes de policía y los servicios de
inteligencia de países extranjeros participaron en la búsqueda de los
asesinos. Los medios de comunicación y el gobierno mostraban
continuamente fotos de las víctimas, haciendo hincapié en las horribles
heridas y la brutalidad del acto, hasta el punto de hacer impensable la
discusión de cualquier dimensión política del mismo: se presentaba, pura
y llanamente, como un acto de terror político destinado a "acobardar al
pueblo americano y a su gobierno electo". Cada representante del
gobierno exigió que cualquiera que pudiera estar incluso remotamente
ligado al crimen o a los criminales se enfrentara a todo el peso de la
ley.
Sin embargo, coincidiendo con el atentado de Boston, los
opositores terroristas venezolanos que lanzaron sus ataques violentos
contra ciudadanos e instituciones públicas recibieron apoyo
incondicional del régimen de Obama, que afirmó que los asesinos eran en
realidad "demócratas que reclamaban la celebración de elecciones
libres". El secretario de Estado John Kerry se negó a reconocer la
victoria electoral de Maduro. A pesar de la carnicería, el gobierno de
Venezuela no decretó la ley marcial; la Guardia Nacional y la policía
leal al régimen hicieron respetar las leyes y detuvieron a algunas
docenas de manifestantes y terroristas. Muchos de los primeros, los que
no estaban directamente relacionados con la violencia, pronto fueron
liberados. A pesar de todo ello y a pesar de que la limpieza de elección
fue certificada por más de cien observadores internacionales, el
gobierno de Maduro aceptó la principal demanda de los terroristas y
accedió a un recuento, con la esperanza de detener más derramamiento de
sangre.
Reacciones en los medios de comunicación estadounidenses
Todas
las principales agencias de noticias occidentales y la prensa escrita
(en principio)"respetable" –Finantial Times, New York Times y Washington
Post- convirtieron a los asesinos políticos venezolanos en
"manifestantes pacíficos" que solo pretendían exteriorizar su
disconformidad. Es decir, Washington y los medios de comunicación
apoyaron con todas sus fuerzas el terror político perpetrado contra un
gobierno democrático considerado enemigo al tiempo que recurrían a una
situación de casi ley marcial ante un atentado terrorista en Estados
Unidos, brutal, pero limitado. Según parece, Washington no es capaz de
hacer las conexiones entre su apoyo al terrorismo en el exterior y su
difusión en EE.UU.
Los medios de comunicación estadounidenses han
bloqueado el debate sobre los vínculos entre grupos terroristas
chechenos con sede en EE.UU. y Reino Unido y neoconservadores y
sionistas estadounidenses, entre los que se encuentran Rudolph Giuliani,
Richard Perle, Kenneth Adleman, Elliott Abrams, Midge Dector, Frank
Gaffney y R. James Woolsey (todos ellos miembros destacados del singular
"Comité Estadounidense para la Paz en Chechenia", cuyo nombre cambió al
de Comité para la Paz en el Cáucaso tras la terrible matanza en la
escuela de Beslan). Todas estas eminencias de Washington son partidarias
acérrimas de la "guerra contra el terror", aunque quizás deberíamos
decir partidarios del "terror y la guerra" 1. El cuartel general y
centro neurálgico de muchos dirigentes chechenos "exiliados", reclamados
desde hace tiempo por las autoridades rusas en relación con actividades
terroristas, es Boston, Massachusetts. Sin embargo, hasta ahora el FBI y
el Departamento de Justicia han ignorado este importante dato, quizá
para conservar las antiguas y aún vigentes relaciones de trabajo que
tienen como objetivo organizar incidentes terroristas para
desestabilizar Rusia.
El antiguo candidato presidencial y alcalde
de Nueva York, Rudolph Giuliani, declaró tras el atentado que los
chechenos "solo actuaban en Rusia" (sic) y no en EE.UU. (sus chechenos
tal vez). Tanto la Interpol como los organismos de inteligencia
estadounidenses son conscientes de que algunos militantes chechenos han
formado parte de diversos grupos terroristas relacionados con Al-Qaeda
en el sur y centro de Asia así como en Oriente Próximo. Las
investigaciones específicas del gobierno ruso en relación con cierto
número de terroristas o células chechenas sospechosas –que aparentemente
incluían las actividades del recientemente fallecido Tamerlan Tsarnaev-
han sido desechadas de plano.
(Como detalle al margen –aunque
quizá relacionado- diremos que la sección del FBI con sede en Boston fue
conocida desde los setenta hasta los noventa por proteger como
informante privilegiado a un brutal asesino a sueldo llamado James
"Whitey" Bulger, que cometió docenas de asesinatos en el área de New
England).
El verdadero significado de la Guerra contra el Terror
El
apoyo de Estados Unidos a los terroristas venezolanos y su líder
político, Henrique Capriles, forma parte de una política diversificada
que combina el uso de procesos electorales y la financiación clandestina
de "grupos de base" que promuevan la agitación por problemas locales,
con un apoyo a la "acción directa", que incluye "ensayos" de violencia
política contra los símbolos y las instituciones de la democracia
social. El versátil Capriles es el candidato idóneo para concurrir a las
elecciones mientras organiza el terror. Anteriores experiencias
estadounidenses con el terror político en América Latina tuvieron un
efecto boomerang, como se puede comprobar en la participación del
terrorismo cubano con base en Miami en numerosos atentados con bombas y
en tráfico de armas y de drogas dentro de Estados Unidos, y
especialmente en el asesinato con coche bomba en Washington, en 1976,
del ministro chileno en el exilio Orlando Letelier y su ayudante
estadounidense. Dicho acto nunca fue calificado como "terrorismo" a
causa de los lazos oficiales del gobierno con sus autores.
A pesar
de los vínculos financieros, políticos y militares entre Washington y
el terrorismo, especialmente el fundamentalista, éste último mantiene su
autonomía organizativa y sigue su propia agenda político-cultural, en
muchos casos hostil a Estados Unidos. Para los chechenos, los afganos y
los sirios de Al-Qaeda, Estados Unidos es un aliado táctico del que
habrá que deshacerse en el proceso de establecimiento de estados
fundamentalistas independientes. Las víctimas de Boston deberían
añadirse a los otros miles de estadounidenses asesinados o heridos en
Nueva York, Washington, Libia, Afganistán y otros lugares por
fundamentalistas antiguos aliados de Estados Unidos.
Al situarse
del lado de los terroristas y sus portavoces y rechazar el
reconocimiento de la validez de las elecciones en Venezuela, el gobierno
Obama se ha ganado la antipatía de todo Sudamérica y el Caribe. Al
apoyar los ataques violentos contra instituciones democráticas en
Venezuela, la Casa Blanca está indicando a sus clientes de la oposición a
los gobiernos de Argentina, Bolivia y Ecuador que los ataques violentos
contra gobiernos democráticos independientes son una manera aceptable
de restaurar el orden neoliberal y la "integración regional" centrada en
Estados Unidos.
Conclusión
Washington ha
demostrado la falta de consistencia de su oposición al terrorismo, que
depende de los objetivos políticos de los terroristas y de los blancos
de ataque. En uno de estos dos casos recientes, el gobierno
estadounidense declaró prácticamente la ley marcial en Boston para matar
o capturar a dos terroristas que habían atacado a ciudadanos
estadounidenses en una sola localidad. En el caso de Venezuela, sin
embargo, el régimen de Obama ha proporcionado apoyo político y material a
los terroristas con el fin de subvertir el orden constitucional y el
régimen electoral.
Como consecuencia de los prolongados y
profundos vínculos del Departamento de Estado, prominentes líderes
neocon y notables sionistas con terroristas chechenos, no podemos
esperar una investigación exhaustiva que pondría en aprietos o
amenazaría las carreras políticas de importantes autoridades
estadounidenses que mantienen desde hace tiempo relaciones de trabajo
con esos criminales.
La Casa Blanca aumentará y ampliará su apoyo a
los mismos terroristas venezolanos que han saboteado la red eléctrica,
el suministro de alimentos y el proceso electoral constitucional de ese
país. En dicho contexto, el Terror sirve como plataforma de lanzamiento
de un asalto a gran escala contra los avances sociales del último
decenio bajo el fallecido presidente Chávez.
Mientras tanto y con
el fin de preservar la alianza de trabajo Washington-Chechenia, el
atentado del maratón de Boston se considerará como el acto aislado de
dos jóvenes desorientados, pervertidos por un sitio web fundamentalista
anónimo, y sus acciones serán etiquetadas como "fundamentalismo
religioso". Y a pesar de la crisis económica, se destinarán decenas de
miles de millones de dólares más para ampliar el estado policial
interno, aludiendo a su eficacia y eficiencia en el desenlace del
atentado, mientras se continúan enviando en secreto más millones para
provocar el terror "democrático" en Venezuela.
Nota del autor del blog.
Como todos los años, publican el listado de los paises auspiciadores de terrorismo y sin embargo no se miran en el espejo de llevar el dolor a los paises que han invadido y apoyan a los ciudadanos cubanos y venezolanos que deseen atentar contra el estado.
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