Autor Lorenzo Gonzalo *.
Hace tres semanas regresé a Miami luego
de una breve visita a La Habana. Recién llegado, un amigo que aún no
acaba de asimilar la realidad cubana, me pidió que le contara de la
disidencia y los opositores del gobierno, a lo cuál le respondí: “de
qué disidencia hablas”.
El amigo no recibió con agrado mi
respuesta y replicó: “la disidencia…tú sabes…la vemos en Miami en la
televisión”. Yo le dije: “bueno, allá en Cuba no la veo por ningún
lado…y es más, en esta oportunidad parece ser que se ha disipado porque
no escuché ni siquiera un comentario, como otras veces me ha
ocurrido”.
Mi amigo aludió entonces que la prensa
oficial no hablaba de eso y que por eso no había progresado, lo cual
está desmentido por la experiencia de Polonia y Checoslovaquia.
Walessa tuvo a la prensa dirigida por
Washington, como también y en mayor escala la han tenido las personas
llamadas disidentes en Cuba, pero contó con un movimiento de
trabajadores y con la iglesia católica que, como institución, comprendió
que había una opinión pública de envergadura, favorable a desafiar las
prácticas del gobierno polaco. Con otros matices lo mismo ocurrió en
Checoslovaquia. Ninguno de ellos tuvo detrás a la prensa oficialista
que era la única existente, igual que sucede en Cuba. La gran
diferencia radicó en el movimiento nacional que lograron. Cuba no se
parece a esos eventos en lo absoluto.
En Cuba la gente tiene otra cultura
política y otras experiencias, que la hacen reacia a salirse de los
mecanismos políticos vigentes. La gente está más inclinada a buscar
soluciones reformando las instituciones existentes, sobre todo porque
la dirección del gobierno asume críticas que son del sentir público y
también porque las experiencias respecto al Norte han sido malas. De
aquí las razones básicas que los hace precavidos al asumir posiciones
políticas.
La experiencia cubana parece estar
creando lo que pudiésemos llamar una oposición estructural, originada
dentro de las propias instituciones del Estado, sin alejarse de
concepciones las sociales que rechazan como absolutas la manera como
administran la economía otros poderes políticos.
Es un tipo de oposición novedoso que,
aunque no guste dentro de la cultura política que hemos conocido hasta
hoy, pudiera resolver los problemas sociales de manera más acelerada,
diáfana y directa. Cuba no ofrece evidencia de una sociedad definida
por facciones sociales y mucho menos facciones del Poder, como ocurre
por ejemplo en Estados Unidos de Norteamérica, donde las facciones
representadas en su dos Partidos, se alternan en la Administración del
Estado.
La represión y la falta de exposición
juegan un factor en contra de esos pocos que en Cuba se dicen
disidentes, pero cuando las tensiones sociales alcanzan determinados
niveles, no hay secreto de prensa que evite su explosión.
A Cuba no se le puede entender sin
recordar la manera burda en que Washington ha intervenido en sus
asuntos internos y las víctimas ocasionadas como consecuencia de las
agresiones que precisamente se practicaron, cuando la sociedad cubana en
bloque y mayoritariamente, casi al borde del cien por ciento, apoyaba
el proceso revolucionario iniciado en 1959. Eso creó heridas y desde
entonces la ciudadanía, aun cuando admira a Estados Unidos y gusta de
algunos de sus estilos generales de vida, procura apartarse de todo lo
que le recuerde aquellos amargos años de agresiones.
En verdad no tengo nada en contra de
personas que critiquen o estén en desacuerdo con el gobierno cubano o
se opongan a sistemas que abogan por una mayor socialización. Todo lo
contrario, me interesa conocer los movimientos y las personas que
asumen posiciones contrarias a la oficialidad o a las estructuras de
Estado, no importa el país o las creencias personales de los
protagonistas.
Las críticas de gobierno y las ideas
opuestas al status quo, son un termómetro para saber cuánta adecuación
existe entre las necesidades personales y las oportunidades que ofrece
el medio. De estas contradicciones precisamente han surgido los cambios
y ocasionalmente los brotes tendientes a transformaciones más
radicales como la llamada Revolución Francesa, la Rusa, la China y la
Cubana. La Revolución Inglesa que en realidad comenzó en el siglo XVI y
tuvo finalmente explosiones y adecuaciones en el XVII que permitieron
consolidar sus cambios un siglo más tarde, no la mencionamos porque se
trató de un proceso evolutivo de transformaciones esenciales que, salvo
el fenómeno de Cromwell, no tuvo gran semejanza con las anteriores. De
aquel proceso surgió la concepción de Estado inaugurada en una parte
de Norteamérica cuando las Trece Colonias se separaron formalmente de
Inglaterra.
En Cuba observamos que las críticas
vienen de los funcionarios del Estado, de las instituciones culturales,
periodistas, intelectuales y de trabajadores en general. Parte de ese
conjunto es el propio gobierno. Esa es la visión que nos ofrece la
realidad cubana hoy y todo indica que es una tendencia ascendente
llevada por una gran experiencia que tuvo sus bases teóricas en el Siglo
XIX, comenzó su práctica con la Revolución Rusa y cuenta con
modalidades reformadoras aportadas tanto por China como por Viet Nam.
Dentro de ese contexto debemos añadir que la intelectualidad criolla
cubana ha ganado espacios de pensamiento y con dificultades que se
hacen menores cada día, se ha liberado de viejas represiones contando
con pensadores, críticos, analistas y profesores que sortean los
obstáculos y aportan nuevas ideas para enfrentar con el menor
desajustes cambios puntuales.
Las personas que se autodenominan
disidentes, al renunciar a las instituciones y las realidades se
marginan cada día de la población y los propios ajustes que se realizan
en todos los sectores.
A lo anterior se suma el afán de lucro
que la mayoría muestra aceptando dádivas de instituciones estatales
estadounidenses y por su subordinación a grupos de poder de origen
cubano radicados en Miami, quienes no admiten competencia y no desean
que las soluciones vengan de los ciudadanos que viven en Cuba.
Borrachos de poder, organizaciones como
la Fundación Cubano Americana, en una jugada sucia, ha contribuido a
desarticular el financiamiento interno proveniente de Washington,
creando divisiones estériles entre los pocos que, por confusión,
ambiciones monetarias o egolatrías de poder, consumen sus energías y su
futuro en la Isla.
En nuestro artículo, Mas Canosa
Traicionado por sus Herederos Políticos, encontrarán información que
fundamenta las opiniones expresadas en el último párrafo de este
artículo.
Así lo veo y así lo digo.
* Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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