Un análisis retrospectivo.
Autor Elier Ramírez Cañedo
Poco tiempo después de haber llegado a la
Casa Blanca y cuatro días antes del comienzo de la V Cumbre de las
Américas en Trinidad y Tobago, en abril de 2009, Barack Obama anunció
medidas de flexibilización de los viajes y el envío de remesas a Cuba,
algo que constituyó una táctica inteligente del presidente
estadounidense que le permitió llegar a la cita en un mejor ambiente y
reducir las críticas de los países del hemisferio con relación a la
absurda política hacia la Mayor de las Antillas. Fue en ese cónclave donde exclamó que intentaría hallar un “nuevo comienzo con Cuba”.
Pero de inmediato quedó entrampado en los
límites que el sistema de poder en los Estados Unidos impone a la rama
ejecutiva y, sobre todo, por las circunstancias internas y externas que
limitaron su capacidad de maniobra en este y otros temas.
Quizás influyó en que no diera pasos más
atrevidos para cambiar la política el hecho de que en Washington se
valoró la posibilidad de una caída del régimen cubano, ante la repentina
enfermedad de Fidel que implicó se apartara de la dirección del país y
la dramática situación económica por la que atravesó la isla entre el
2008 y el 2009, debido fundamentalmente a la crisis económica
internacional y el paso por territorio cubano de tres huracanes que
causaron graves estragos. Error de cálculo que pudo llevar a los
principales estrategas en Washington a pensar que la manida política de
Estados Unidos hacia la Isla, con algunos retoques y una mejor
instrumentalización del bloqueo, podía lograr finalmente el tan anhelado
cambio de régimen.
También pueden haber manejado la
quimérica idea de la “solución biológica”, es decir, la de esperar la
desaparición física de la generación histórica para negociar con líderes
supuestamente más dóciles.
En el aprensivo curso de acción seguido
por la administración demócrata debe haber tenido alguna incidencia la
difícil coyuntura tanto en el plano doméstico como exterior que enfrentó
Obama al arribar a la presidencia. Situación que hacía que el tema Cuba
no estuviera dentro de las más urgentes prioridades del presidente como
para gastar capital político –el cual iba a necesitar para otros temas
de mayor jerarquía para la “seguridad nacional” de los EE.UU- en una lucha por hacer cambios más significativos en la política hacia Cuba.
El hecho es que Obama y sus asesores
escogieron en ese momento el camino que pensaron era más inteligente en
sus objetivos por destruir la Revolución Cubana en un lapso de tiempo
más reducido, utilizando el bloqueo como herramienta para ejercer
presión política sobre Cuba, aunque de una forma más creativa a como lo
había hecho la administración Bush.
También, haciendo un análisis del
contexto de la realidad interna de los Estados Unidos, del entorno
internacional y de la dinámica interna de la sociedad cubana en el 2009,
es lógico pensar que hayan preferido seguir la “ley del menor
esfuerzo”, buscando maximizar los resultados en la política hacia Cuba,
al menor costo posible.
La detención en Cuba a finales del 2009 del ciudadano estadounidense Alan Gross, y luego enjuiciamiento por actividades ilegales y subversivas al servicio de la USAID,
se convirtió en el nuevo pretexto y obstáculo fundamental impuesto por
la administración demócrata para avanzar en una nueva dirección en la
relación con Cuba.
Sin embargo, en poco tiempo, las
variables fundamentales en torno al conflicto Estados Unidos-Cuba
comenzaron a desfavorecer a la a administración demócrata y a empujar el
cambio.
A Obama se le fue generando el mejor
contexto interno y externo que jamás tuvo presidente alguno para
realizar un cambio profundo en el enfoque de la política hacia Cuba.
También se observó que Obama tenía incluso un significativo respaldo
dentro de la clase dominante de los Estados Unidos, la cual reclamaba
una política más pragmática hacia Cuba. Hubiera sido realmente poco
inteligente de su parte haber regalado el mérito de hacer historia,
teniendo una oportunidad única, a los que le sucedieran en la Casa
Blanca.
Una decisión histórica.
Está claro que Barack Obama desde que
ejercía sus funciones de senador creía inefectiva y arcaica la política
de los Estados Unidos hacia Cuba. El 20 de enero del 2004, en un
discurso en la Universidad del Sur de Illinois, había expresado:
“Considero que es
hora de poner fin al embargo contra Cuba… Nuestro planeta se está
reduciendo. Y nuestro mayor desafío en política exterior… es cómo
asegurarnos de que otros países, en naciones en desarrollo, estén
proporcionando sustento a su pueblo, los derechos humanos a su pueblo y
una estructura básica de gobierno a su pueblo, que sea estable y segura,
para que puedan ser socios en un futuro más brillante para todo el
planeta. Y el embargo Cubano ha fracasado en proporcionar tipos de
niveles de vida crecientes, ha oprimido a los inocentes en Cuba y
fracasado de manera total en derrocar a Castro, quien ahora ha estado
allí desde que nací. Ahora es el momento de reconocer que esa política
en particular ha fracasado”.
Mas es conocido que una cosa es lo que se
puede decir y hacer fuera de la Casa Blanca, y otra, una vez que se
está dentro de ella. Obama tuvo que moderar su discurso y encubrir en
buena medida su pensamiento con relación a la política hacia Cuba, hasta
que se le presentara el momento más oportuno para introducir las
modificaciones que consideraba pertinentes; de ahí que una vez ganada
las elecciones presidenciales del 2008, declarara que mantendría el
bloqueo a Cuba, aunque manifestó que estaría dispuesto a dialogar tanto
con amigos como enemigos.
De esta manera, hasta el 17 de diciembre
de 2014, lo realizado por la administración Carter en el período de 1977
a 1981, seguía siendo el momento histórico en que ambos países más
habían avanzado hacia una relación más civilizada. Pero luego de su
discurso ese día, Obama se convirtió en el presidente de los Estados
Unidos que marca el principal punto de inflexión –aunque sin variar sus
esencias, eso sería como pedirle peras al olmo- dentro de la clásica
política agresiva de Washington contra La Habana en los últimos 55 años.
Nunca antes presidente estadounidense
alguno había realizado una llamada telefónica a su par cubano para
hablar de manera cordial y respetuosa, apartándose al menos por unos
minutos de la tradicional arrogancia imperial y reconociendo, de hecho,
la legitimidad del gobierno cubano. Ningún presidente estadounidense
había manifestado su opinión contraria al bloqueo contra Cuba,
considerándola una política fallida. Carter y Clinton lo hicieron solo
después de abandonar la Casa Blanca.
Tampoco en la historia de las relaciones
Estados Unidos-Cuba, desde la ruptura de las relaciones diplomáticas en
enero de 1961, se había coordinado un mensaje televisivo simultáneo de
los líderes de ambas naciones anunciando el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas y el inicio de un proceso de normalización de
las relaciones.
Siempre, dentro los diferentes diseños de
negociación con Cuba –fundamentalmente visibles durante las
administraciones de Gerald Ford y Jimmy Carter- el restablecimiento de
las relaciones diplomáticas fue contemplado por el gobierno de los
Estados Unidos como parte del final de un largo proceso negociaciones.
Obama invirtió el proceso, y de de un solo golpe, anunció que se
abrirían embajadas en ambas capitales y pediría al congreso el
levantamiento del “embargo”, tomando por sorpresa a los que más podían
torpedear el proceso de acercamiento a Cuba, en especial a la extrema
derecha cubanoamericana presente en el legislativo estadounidense.
Precisamente ese proceder fue el que
recomendaron a Obama los investigadores estadounidenses William
Leogrande y Peter Kornbluh en su recién publicado libro Back Channel to
Cuba:
“…aunque el
gradualismo parece ser políticamente seguro porque cada paso en
incremento es pequeño y por lo tanto debe ser menos controvertido, un
enfoque en incremento prolonga la lucha política con los opositores
internos en Washington, quienes protestan ruidosamente lo contra los
pasos pequeños como contra los grandes. Cada paso incremental les da una
nueva oportunidad de detener el proceso, y solo tienen que ganar una
vez. La alternativa es un golpe audaz que cambie en lo fundamental la
relación (incluso aunque no solucione cada asunto) y deje a los
oponentes ante un hecho consumado. El viaje de Nixon a China es un
ejemplo paradigmático”.
Si bien Obama tenía la autoridad para
restablecer las relaciones diplomáticas con la Isla, la Ley Helms Burton
limita sus posibilidades de barrer con el bloqueo de un plumazo, aunque
en realidad, en uso de sus facultades ejecutivas el presidente
norteamericano podría lograr una profunda flexibilización del bloqueo.
Obama quizás hubiera negociado con Cuba
otros asuntos de mayor trascendencia para la mejoría de las relaciones
bilaterales, aunque tardara más tiempo en hacer el anuncio de los
acuerdos. Mas Obama estaba urgido por su principal objetivo de intentar
reconstruir su hoy maltrecho “liderazgo” en Latinoamérica y el Caribe en
la próxima Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en el mes de
abril, y por el poco tiempo con el que cuenta para que termine su
mandato, apenas dos años.
Por otro lado, si durante su primer
mandato, Obama tuvo otras prioridades y se cuidó de no dar pasos
arriesgados que pudieran comprometer la reelección, es evidente que en
este segundo mandato se decidió a trabajar en su legado como presidente.
El anuncio el 17 de diciembre de 2014, puede convertirse en el paso más
osado y relevante de todo su mandato, por el que sea recordado en el
futuro.
Claro, ninguno de los predecesores de
Obama en la presidencia del país, había tenido un contexto tan favorable
para tomar ese camino, aun así, Obama mostró valentía política, pues
eran predecibles los fuertes ataques que debería enfrentar de ciertos
sectores de la clase dominante de los Estados Unidos, de figuras
prominentes del partido republicano y de la extrema derecha
cubanoamericana, defensores todos del más recalcitrante status quo.
Obama sí, fue pragmático, pero llevar adelante ese pragmatismo requería
valor, recodemos lo que le sucedió a J.F.Kennedy por intentar imponer su
sello personal a la política hacia Cuba.
Aunque todas las medidas adoptadas por
Obama persiguen un fin muy bien explicitado en sus palabras, que no
modifica los intentos de lograr un cambio de régimen en Cuba –la llamada
transición pacífica hacia el capitalismo-, hay que reconocer que fue
verdaderamente audaz al dar un paso que ninguno de los anteriores
inquilinos de la Casa Blanca había se había atrevido a realizar y que
tomó por sorpresa a la mayoría de los analistas. Las experiencias
anteriores de acercamiento a Cuba nunca llegaron tan lejos.
Si Kennedy tuvo el coraje en 1961 de
reconocer el fracaso de la invasión mercenaria de Playa Girón -plan que
había heredado de la administración Eisenhower- e incluso, asumir toda
la responsabilidad, Obama también lo tuvo al reconocer el fracaso de la
política de agresión y bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba por más de
cinco décadas.
Creo que respetar y reconocer determinas
actitudes de quienes nos adversan, no deben interpretarse como una
debilidad o desarme frente al enemigo. Nuestra historia recoge muchos
ejemplos similares. Antonio Maceo no dejó de apreciar y respetar a
Martínez Campos en los momentos en que éste se comportó con dignidad.
Fidel hizo lo mismo con J.F.Kennedy, a pesar de que durante su mandato
el clímax de la confrontación llegó a su punto más elevado durante la
invasión mercenaria de Playa Girón y la Crisis de Octubre.
Obama desató el nudo gordiano que
representaba, para poder avanzar hacia la normalización de las
relaciones con Cuba, prolongar por más tiempo la situación de los héroes
cubanos Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino, presos
injustamente en cárceles estadounidenses, y al mismo tiempo, la del
ciudadano estadounidense Alan Gross, condenado en la Isla por
actividades ilegales y subversivas al servicio de Estados Unidos, cuando
tenía la posibilidad de satisfacer el reclamo del gobierno cubano de
buscar una salida humanitaria a ambos casos.
Otra decisión de extraordinaria
importancia anunciada por el presidente estadounidense, fue la de
revisar la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas. Este
asunto que evidentemente nadie dentro de la administración Obama creía,
sino más bien era utilizado como pretexto para sostener una
justificación del bloqueo, una vez resuelto, será una notable
contribución en el camino hacia la mejoría de las relaciones bilaterales
y facilitará que algunas operaciones económicas y comerciales -hoy
prohibidas por leyes estadounidenses- puedan ser sostenidas con Cuba.
Obama anunció además las siguientes medidas, no menos significativas:
-Estados Unidos
colaborará con Cuba en temas de interés mutuo como migración,
operaciones antidroga, protección medioambiental y tráfico de personas.
-Aumento de los viajes y el comercio
-Los viajeros estadounidenses podrán utilizar tarjetas de crédito y debito en Cuba.
-Aumento del monto de las remesas que pueden ser enviadas a Cuba a familiares en Cuba y eliminación de límites para enviar remesas que apoyan a proyectos humanitarios, al pueblo cubano y al emergente sector privado cubano.
-Facilitación de las transacciones autorizadas entre Estados Unidos y Cuba. A las instituciones financieras estadounidenses se les permitirá abrir cuentas en las instituciones financieras cubanas. Y será más fácil para los exportadores estadounidenses vender bienes a Cuba.
-Autorización para incrementar las conexiones de las telecomunicaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Lo señalado anteriormente constituye un
grupo de medidas anunciadas, algunas de las cuales ya se han publicado
las regulaciones de implementación. Pero la mayoría de ellas implican un
análisis previo y acuerdo con Cuba para poder llevarlas a la práctica.
Conversaciones al más alto nivel entre funcionarios de ambos países,
apertura de embajadas en ambas naciones, el retiro de Cuba de la lista
de países patrocinadores del terrorismo, y un posible encuentro de Obama
y Raúl en la Cumbre de las Américas en Panamá, parecen ser los próximos
pasos.
A pesar de que se trata de un paso
histórico, lo esencial no se ha resuelto, como señaló el General de
Ejército, Raúl Castro, en su alocución del 17 de diciembre. El bloqueo
continúa ahí y el camino hacia la “normalización” parece ser un proceso
largo y complejo. “Nuestro pueblo debe comprender que –añadió Raúl en su
discurso ante la Asamblea Nacional el 20 de diciembre-, en las
condiciones anunciadas, esta será una lucha larga y difícil que
requerirá que la movilización internacional y de la sociedad
norteamericana continúe reclamando el levantamiento del bloqueo”.
Creo que insistir en esto es clave. De lo
contrario, perderíamos el apoyo decisivo que siempre ha tenido Cuba en
su lucha contra el bloqueo. Si en estos años no se logra su
levantamiento definitivo, habrá que seguir llevando el tema a las
Naciones Unidas y a otros foros internacionales. La lucha contra el
bloqueo no debe cesar y ni siquiera cuando este desaparezca debemos
desmovilizarnos. Sería muy ingenuo pensar que el imperialismo no
continuará buscando la manera de destruir nuestro proceso
revolucionario. No hace falta leer entrelíneas para deducir los
propósitos del nuevo enfoque pragmático que Obama quiere introducir en
la política hacia Cuba. Pero sobre esto ampliaremos más adelante.
El 14 de julio de 2009 Cuba presentó
oficialmente al gobierno de los Estados Unidos una propuesta de agenda
cubana, con los temas que serían claves para nuestro país en un proceso
de diálogo con los Estados Unidos . La agenda comprendía los siguientes
puntos:
-Liberación de los antiterroristas cubanos presos en cárceles estadounidenses.
-Levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero.
-Exclusión de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.
-Abrogación de la Ley de Ajuste Cubano y la política de “pies secos-pies mojados”.
-Devolución del territorio ocupado por la Base Naval de Guantánamo
-Fin de la agresión radial y televisiva contra Cuba
-Cese del financiamiento a la contrarrevolución y a la subversión interna.
-Compensación a Cuba por los daños del bloqueo y las agresiones.
-Restitución de los fondos congelados robados.
Como puede observarse, de esta agenda
solo se ha hallado solución al primer tema, mientras que el tercero todo
parece indicar que se resolverá en los meses siguientes. Todo lo demás,
aun está pendiente de solucionarse junto a otros asuntos que estarán en
la agenda de Washington como las reclamaciones por las propiedades
estadounidenses nacionalizadas a inicios de la Revolución.
Lo cierto es que Obama ha comenzado a
despejar el camino sobre la cuestión cubana a quien resulte candidato
por el partido demócrata a las próximas elecciones presidenciales en los
Estados Unidos. Pero todavía hay mucha historia por ver y no debemos
crearnos falsas expectativas. Lo más importante sería avanzar lo más
rápido posible en la construcción de un puente de relación, que sea
difícil derrumbar cuando en el 2017 arribe una nueva administración a la
Casa Blanca.
Variables que incidieron en el cambio.
El escenario de inestabilidad política
que pudo imaginarse Washington tras la salida de Fidel del gobierno de
Cuba, no se presentó en ningún momento, pese a algunos intentos de
reproducir en nuestro país los eventos ocurridos en el Medio Oriente, la
llamada “Primavera Árabe”.
La Revolución comenzó a salir adelante a
través del proceso de actualización del modelo económico-social y la
estabilidad en la Isla dio notables pruebas de perdurabilidad en el
tiempo, a lo que se unió que Cuba cosechó en los subsiguientes años los
mayores éxitos en el plano internacional desde 1959 y aumentó su
prestigio y liderazgo: el continuo voto contra el bloqueo en naciones
unidas (la mayor derrota diplomática de los Estados Unidos año tras año
en ese organismo), el inicio de negociaciones con la Unión Europea, su
desempeño como garante en las conversaciones sobre la paz en Colombia,
las reuniones de la CELAC, la ALBA y el CARICOM en La Habana y el
reconocimiento universal en la batalla contra el ébola, son solo algunos
ejemplos. Mientras esto ocurría, Estados Unidos era cada vez más
criticado por sus guerras imperiales, las torturas en Guantánamo, el
bloqueo contra Cuba, entre otras atrocidades que se conocieron a través
de las revelaciones de Wikileaks y del excontratista de la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, Edward Snowden.
No puede obviarse tampoco en el análisis
el hecho de que Cuba ha demostrado enfáticamente durante muchísimos
años, que lejos de ser una amenaza para la auténtica seguridad nacional
de los Estados Unidos, más bien constituye una garantía en asuntos como:
migración, terrorismo, narcotráfico, tráfico humano, situaciones de
desastre, así como en el enfrentamiento a pandemias como el Ébola.
Ahora bien, cualquier análisis serio que se haga sobre los factores que estimularon la decisión anunciada el 17 de diciembre
por el presidente de los Estados Unidos tiene que ponderar en primer
lugar, la heroica resistencia del pueblo cubano por más de 50 años y la
firmeza y sabiduría de su liderazgo histórico en el enfrentamiento a las
más disímiles variantes de agresión que Estados Unidos ha practicado
contra país alguno.
En segundo lugar, habría que considerar
los cambios ocurridos en América Latina, desde la llegada al poder en
Venezuela de Hugo Chávez en 1998. Si en los años 60 Estados Unidos tuvo
cierto éxito en su política de aislamiento a Cuba, en la primera década
del siglo XXI eran los Estados Unidos quienes habían quedado aislados en
la región en su política hacia Cuba, como lo reconoció el propio
secretario de Estado, John Kerry.
Si las críticas de algunos gobiernos
latinoamericanos y caribeños a esa política fueron tomadas por
Washington durante una buena parte del tiempo como un elemento
simbólico, en la actual coyuntura la necesidad de recuperar su
“liderazgo” en el hemisferio pasa por una política constructiva hacia
Cuba, y por la aceptación de la presencia de la misma en todos los foros
interamericanos. En la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de
Indias, Colombia, Obama prácticamente fue abucheado por la mayoría de
los países de la región, que exigían la presencia de Cuba, dificultado
el tratamiento de otros temas de interés dentro de la agenda
norteamericana.
En ese sentido, pudiera decirse que Cuba
no negoció sola frente a los Estados Unidos, sino que tuvo detrás el
poder de una región unida contra la política de bloqueo y agresión de
los Estados Unidos. Fue esa presión la que obligó también a Estados
Unidos ha sentarse en igualdad de condiciones con Cuba en la mesa de
negociaciones.
Otro factor importante ha sido la
dinámica interna en los Estados Unidos, en la que la mayoría de los
ciudadanos estadounidenses y entre ellos, incluso, los cubanoamericanos,
apoyan el levantamiento del bloqueo a Cuba y la normalización de las
relaciones. Así lo mostraron una y otra vez las diferentes encuestas
realizadas y divulgadas en esa nación. Nunca antes presidente
estadounidense alguno tuvo un consenso interno tan favorable para
modificar sustancialmente la política hacia Cuba.
En los últimos años fueron acrecentándose
los pronunciamientos de tanques pensantes, del gremio agrícola,
agroindustrial y petrolero, del sector de los viajes, la Cámara de
Comercio, líderes religiosos, miembros del Congreso y de la sociedad
civil en general a favor de la flexibilización de las regulaciones al
comercio y la eliminación de las prohibiciones a los viajes. Dentro de
este grupo, la gran clase empresarial estadounidense ha sido
significativa en el empuje hacia un enfoque pragmático en la política
hacia Cuba, en momentos en que el mercado cubano se vuelve más atractivo
y otros países como Rusia, China y Brasil, están teniendo las mayores
ventajas.
A lo anterior habría que agregar los
cambios demográficos ocurridos en la comunidad cubana en los Estados
Unidos, en donde se observa que los nuevos emigrados y las nuevas
generaciones han ido modificando a nivel de tendencia el patrón
electoral de los cubanoamericanos al Sur de La Florida, mucho más
inclinado ahora hacia los demócratas. Las posiciones de estos grupos se
distancian cada vez más de las del llamado “exilio histórico”.
Detrás de la decisión anunciada el 17 de
diciembre por Obama, también incidió el factor geopolítico. En un
momento de relativo declive de la hegemonía estadounidense en el mundo,
Estados Unidos necesita replegarse hacia lo que consideran su “traspatio
seguro” para ganar fuerzas que le permitan enfrentar los principales
desafíos y adversarios a nivel global. El cálculo de Washington no deja
de ser malévolo y todo indica que está dirigido a convertir a Venezuela
en la punta del iceberg de su política agresiva hacia la región, después
de eliminada la “distracción cubana”.
Destruyendo la Revolución Bolivariana,
consideran se establecería el efecto dominó que revertería uno a uno los
procesos revolucionarios del continente y una vez presentes en Cuba,
después de establecidas las relaciones diplomáticas y económicas, su
pensamiento pragmático –siempre errado a la hora de aplicarlo a nuestro
país- los conduce a vaticinar que a la Isla no le quedaría otra
alternativa que sucumbir dócilmente a sus pies. Máxime, cuando se acerca
el cambio generacional en la dirección del país. “Si nos acercamos
–dijo Obama el 21 de diciembre al ser entrevistado por un programa de CNN-,
tendremos la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos
en un momento en que va a haber cambios generacionales en ese país. Creo
que debemos aprovecharlo y tengo intención de hacerlo”.
“La “normalización” de las relaciones con
Cuba –señala magistralmente Atilio Borón- tiene pues una tenebrosa
contrapartida: liberar las manos del imperio para abalanzarse con fuerza
para doblegar al gobierno chavista y recuperar el petróleo venezolano.
Además responde a una necesidad geoestratégica insoslayable, y ante la
cual tanto la ruptura de las relaciones diplomáticas como el bloqueo se
convirtieron en molestos estorbos para Washington. Lo que se logró con
ambas políticas fue facilitar la penetración de China y Rusia en la
mayor de las Antillas y, por extensión, en la “tercera frontera” de
Estados Unidos: el Mar Caribe. Todos los textos e informes recientes
sobre la seguridad nacional norteamericana señalan una y otra vez que
aquellos dos países son “enemigos” que es preciso vigilar, controlar y,
de ser posible, someter o derrocar…Máxime cuando, en el Mare Nostrum
norteamericano China ha emprendido sin consultar ni mucho menos pedir
permiso a Washington un megaproyecto llamado a ejercer una
extraordinaria influencia no solo en el comercio internacional: un nuevo
canal interoceánico a través de Nicaragua, obra para la cual el nuevo
puerto cubano del Mariel asume una importancia estratégica”.
No menos considerable ha sido el papel de
las personalidades que han estado detrás del anuncio del 17 de
diciembre: Raúl Castro, Barack Obama, el Papa Francisco, John Kerry y
los equipos negociadores de ambas naciones, que han trabajado
intensamente y de manera muy profesional para alcanzar este resultado.
En el futuro se conocerá cuanto contribuyó cada uno en ese proceso de
conversaciones secretas que se extendió durante 18 meses.
Valdría la pena analizar los últimos 18
meses para ver como se preparó a la opinión pública estadounidense para
dar este paso. No creo que la divulgación de diferentes encuestas como
la del Atlantic Council, las revelaciones de AP y las 7 editoriales del New York Times,
hayan sido todas coincidencias históricas. En el futuro seguramente
sabremos también en qué medida fueron algunas de estas acciones
coordinadas o no por la Casa Blanca.
Continuará
Notas:
- Tomado de Internet : http://abcnews.go.com/blogs/politics/2009/04/president-ob-19/. Traducción del licenciado Pedro Silveiro.
- William M. Leogrande and Peter Kornbluh,
Back Channel to Cuba. The hidden history of negotiations between
Washington and Havana, The University of North Carolina Press, 2014,
p.413.
- Véase Elier Ramírez Cañedo y Esteban
Morales Domínguez: De la confrontación a los intentos de normalización.
La política de los Estados Unidos hacia Cuba. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 2014.
- Raúl Castro, Discurso ante la Asamblea Nacional, 20 de diciembre de 2014: http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2014-12-20/discurso-del-general-de-ejercito-raul-castro-ruz/ (internet).
- El 13 de noviembre de 2012, en la
Asamblea General de las Naciones Unidas, el Ministro de Relaciones
Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parilla, volvió a reiterar esta
agenda al gobierno de los Estados Unidos. Asimismo, ofreció a Washington
“negociar acuerdos de cooperación en áreas del mayor interés mutuo,
como el enfrentamiento al narcotráfico, al terrorismo, al tráfico de
personas y para la completa regularización de las relaciones
migratorias, así como para la prevención y la mitigación de desastres
naturales y la protección del medio ambiente y de los mares comunes, y
“retomar las conversaciones, unilateralmente suspendidas por la
contraparte, sobre temas migratorios y para el restablecimiento del
correo postal”.
- Medidas como la nueva ley migratoria, el
mega proyecto inversionista del Mariel, la nueva ley de inversión
extranjera, la ampliación del trabajo por cuenta propia, la creación de
cooperativas no agropecuarias, la ampliación de los servicios de
internet, mayor autonomía para las empresas, entre muchas otras, han
tenido gran impacto gran impacto económico, social y político en la Isla
y a su vez han influido en los rediseños de política de Estados Unidos
hacia Cuba.
- Barack Obama, Entrevista con el programa “State of the Union”, en CNN, 21 de diciembre de 2014.
- Atilio Borón, “¡Cuba y Estados Unidos: ni un tantico así ¡”, en: blog personal de Atilio Borón. (Internet).
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